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Publicado: 6 de Febrero de 2022
En la final de Melbourne del domingo pasado, teníamos dos sets a cero en contra, 3-2 abajo en el tercero, con cero-cuarenta en el sexto juego. Game over. No había duda. Un inicio complicado que hubiera tumbado las ilusiones de cualquiera, alimentaba el espíritu de un luchador eterno.
Y nos preguntamos cómo lo hace, de dónde saca esa entereza ante las dificultades, esa capacidad de sobreponerse en situaciones muy adversas.
Nadal nos ha dejado ver a lo a largo de su carrera que el talento no lo es todo. Que también hacen falta disciplina, trabajo diario, capacidad de sacrificio y esfuerzo constante. Que la dificultad es una compañera de viaje permanente y que las cosas no son inmediatas. En las entrevistas que concede, es fácil oírle decir frases como “no sabéis lo que he luchado para llegar hasta aquí”.
Cuántas veces ha debido equivocarse. Cuántas veces habrá hecho las cosas mal y habrá mirado esos errores de cara. Pensando en ellos para mejorarlos, tolerando la frustración que supone sabernos vulnerables. Sabiendo que darlo todo no garantiza el éxito, pero que no darlo sí garantiza el fracaso.
Cuando todo ha terminado, lanza un pelotazo con el pie, se arrodilla emocionado y se funde en un abrazo con su equipo. El presidente del Comité Olímpico Español dice que cada partido de Rafa es “un canto a la vida”. Estoy de acuerdo.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.