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Publicado: 31 de Octubre de 2022
Formamos parte de una sociedad tanatofóbica. Todo lo que tiene que ver con la muerte se oculta, no se mira, no queremos ni hablar de ello. Sin embargo, es una realidad que está ahí.
Algunas personas viven como si nunca fueran a morir, asumiendo riesgos innecesarios en demasiadas ocasiones o dejando pasar sus días sin propósito ninguno, como si este regalo que es la vida fuese infinito. Otras se encuentran en permanente angustia porque se sienten morir. Miran cada síntoma de su cuerpo como señal segura de que la muerte está cerca. Y quedan paralizados en ese pensamiento rumiante sobre su propio final, casi sin atreverse a vivir.
Algunas veces el miedo tiene que ver con pensamientos sobre lo que ocurre después de la muerte o miedo a la muerte de un ser querido o miedo al sufrimiento alrededor de la propia muerte. Todo dependerá de cómo se ha vivido, y del significado que damos a la vida y a la muerte.
Nuestro instinto de conservación nos puede llevar a la negación de la propia muerte, aunque racionalmente sepamos que algún día tendremos que morir. Hacemos como si este fenómeno de la muerte fuese algo que sólo les ocurre a los demás. Pero está bien pensar en la universalidad de la muerte. Pensar de manera consciente: “yo también voy a morir”. Y atrevernos a mirar todo lo que nos ha pasado hasta aquí, todo lo que somos ahora y todo el futuro para compartir que tenemos por delante.
La muerte es un proceso natural. Y también un misterio, no sabemos cuándo va a ocurrir, cómo ocurrirá, cuál será la causa. Seguramente la actitud más saludable, sin olvidar que la muerte está al final del camino, sea disfrutar de cada momento de la vida.
Vale la pena disfrutar de cada día de tu vida.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.