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Publicado: 17 de Junio de 2023
En estos días cuatro chicas jovencísimas después de salir a divertirse, pierden la vida en un accidente de tráfico. Todos quedamos conmocionados, en shock. Y las familias… destrozadas. Inmersas, de repente, en un duelo intenso debido a la dificultad de afrontar esa gran pérdida.
Sabemos que la muerte forma parte de la vida. Pero una muerte repentina es algo extraño, incompleto, quebrado. Y ese sentido de algo incompleto agrava la angustia de quienes sobreviven, entrando en un estado de irrealidad. Infinidad de pensamientos y preguntas que no paran de repetirse se apoderan de su mente: «¿Por qué?», «¡Es imposible!», «¡No será ella, acabamos de hablar por teléfono!», «¿Por qué me ocurre esto a mí?».
El dolor enorme sobrevenido por la muerte inesperada de un hijo o de la pareja, es el que más repercusiones psicológicas suele tener sobre la persona superviviente. Cada ser humano reacciona de manera diferente ante una pérdida, sin que exista una pauta inamovible de cómo y durante cuánto tiempo una persona tiene que manifestar y superar el dolor. Afrontar el duelo es un proceso psicológico inevitable.
El duelo, en realidad, es como atravesar un túnel: el lugar por donde se sale es necesariamente distinto al sitio por donde se entra.
Superar el duelo implica, tras el impacto emocional inicial, aceptar la realidad de la pérdida; dar expresión al dolor producido por la ausencia; arreglárselas en la vida sin ese ser querido; y recolocar (no sustituir) los recuerdos, prestando atención a aquellos momentos vividos que puedan evocar incluso de forma placentera. Y si esto no es posible porque los supervivientes se muestran desbordados por el dolor, hay que contar con el apoyo de la terapia profesional o de los grupos de autoayuda.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.