/photos/449/449316975/1642945020083.png)
Publicado: 23 de Enero de 2022
¿Nos enseñan a serlo? Es difícil encontrar a alguien que no sea curioso, pero no todas las personas lo son en la misma medida. ¿Por qué?
La curiosidad es la necesidad de saber más acerca de ti mismo y de tu entorno, a través de preguntas. Es un comportamiento instintivo. Sabemos que un determinado tipo de cultura y educación puede modelar esa predisposición, potenciándola o reduciéndola.
Durante la infancia, lo normal es que no queramos frenarnos ante el impulso de saber más, de aprender, de llegar hasta el fondo de cada misterio con el que nos tropezamos. El niño que pregunta y no recibe una respuesta, puede pensar que molesta a los mayores, o que es raro por preguntar y dejar de hacerlo, o peor aún puede sentir que no hay nada más allá. Que no hay nada que investigar. Que hacerlo es inadecuado.
Un entorno adulto donde se permita la curiosidad, facilita las preguntas de los peques y permite su exploración. Si te ven interés por aprender a cocinar una salsa que te gustó, por saber quién construyó un determinado edificio, cómo se instala un dispositivo electrónico, cómo se construye un volcán para el taller del cole, qué costumbres hay en otras ciudades, qué hacen o piensan otras personas, cómo se resuelve un problema… Si te ven sentir alegría por aprender algo que desconocías, estás potenciando su curiosidad.
Desarrollar nuestra curiosidad se asocia a un aumento de las capacidades generales de las personas. Rejuvenece nuestra mente y nos ayuda a afrontar con éxito los cambios. Permite generar nuevas ideas y soluciones. Las personas con mucha curiosidad suelen desarrollar su pensamiento crítico y tener una mayor capacidad para resolver problemas, conflictos y poseen mayor confianza.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.