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Publicado: 9 de Octubre de 2022
En muchos de ellos, se observa el cansancio en sus miradas, y constantes comparaciones de la situación actual con lo que han vivido antes. Vivencias grabadas en sus pieles.
Cuando acabó la guerra no tenían nada y aprendieron a subsistir, cuando llegaron los hijos con toda la crisis que hubo con el paro, tuvieron que alimentarlos, ayudarlos a salir adelante. Y cuando han llegado a este momento de su vida, tienen que cuidar a sus nietos, sin la agilidad física de años anteriores. El caso es que siempre han estado dando, dando, dando.
Está bien hacernos conscientes de las dificultades que han encarado nuestros mayores, del valor de su esfuerzo y de la fortaleza que han desarrollado. Fortaleza de la que echan mano en esta etapa, en la que cada vez son mayores las pérdidas, a nivel social, personal, cognitivo, físico... Y por ello debemos asegurarnos de que estas pérdidas no se vuelvan frías, indignas, inhumanas, traumatizantes.
Debemos aportar nuestro granito de arena para que la situación que están viviendo, si bien tiene muchos factores que no se pueden cambiar, se haga más llevadera y luchar por cubrir sus necesidades, sus aficiones, introducir el disfrute en la medida de lo posible en sus vidas.
Y que no sientan, de ninguna manera, que están olvidados o que son prescindibles porque no lo son.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.