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Publicado: 23 de Abril de 2022
Tras dos años de uso continuado de la mascarilla, ahora nos despedimos de ella. Esto causará una gran felicidad en muchas personas, a otras, sin embargo, dar este paso de vuelta a la normalidad les puede suponer un problema e, incluso, causar ansiedad.
Hemos asociado, durante la pandemia, la mascarilla a seguridad y, del mismo modo, ir sin ella se asocia a vulnerabilidad. Aunque ahora mismo el contexto es totalmente diferente.
Este reparo a dejar la mascarilla puede tener dos orígenes diferentes: Por un lado, la fobia a contagiarse y por otro lado el miedo a mostrarse a los demás. Hemos pasado mucho tiempo resguardados tras la mascarilla y algunas personas pueden haber desarrollado un rechazo a mostrar sus rasgos faciales y expresiones.
Es muy importante tener en cuenta qué origen tiene cada caso. El abordaje será distinto si hay que enfrentar un perfil de miedo extremo al contagio, o si hay que trabajar con un miedo a la exposición social, una baja autoestima o un mal concepto de uno mismo. Lo principal es no quedarse en la superficie y buscar los problemas anteriores que pueda haber debajo de ese 'Síndrome de la cara vacía'.
Costó acostumbrarse a las mascarillas y costará volver a acostumbrarse a no llevarlas. Hacerlo será un proceso progresivo, que no supondrá un gran problema. Volver a vernos las caras, volver a ver la expresión completa de las emociones en la persona que nos habla, es una forma de volver a la normalidad, de dejar de vivir con miedo. Y espero que sin dejar de cuidarnos los unos a los otros.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.