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Publicado: 1 de Agosto de 2021
Desde sus inicios, los Juegos Olímpicos han sido objeto de una especial fascinación por parte del ser humano. El encuentro de los mejores deportistas de todos los continentes que, cada cuatro años, acuden a esta cita llenos de ilusión y con historias personales de lo más diversas. Todas ellas únicas e irrepetibles, ejemplos maravillosos de constancia, tesón y valentía.
El espíritu olímpico saca lo mejor de la humanidad: trabajo en equipo y solidaridad. Talento. Tolerancia. Nos muestra lo que es posible con esfuerzo, determinación y disciplina. Las Olimpiadas son un símbolo de esperanza.
Todos los juegos olímpicos nos dejan recuerdos que conmovieron primero y ayudaron a mejorar el mundo después. En esta ocasión, de la mano de Simone Biles, se habla de salud mental. Se visibiliza un tipo de sufrimiento que con demasiada frecuencia está rodeado por el silencio. Cada vez más deportistas nos cuentan que sufren ansiedad, estrés, ataques de pánico, trastornos de la alimentación o periodos de depresión.
Visibilizar esta realidad nos aleja de ese concepto de superhéroe con el que investimos a los deportistas de élite y nos acerca a la naturaleza terrenal de los que trabajan con una gran fuerza de voluntad, valentía a la hora de afrontar las adversidades, talento, perseverancia, optimismo, sentido del humor y, sobre todo, un enorme espíritu de superación.
“Uno de los objetivos de este gran evento deportivo internacional es promover la paz, el respeto, el entendimiento mutuo y la buena voluntad”. Estos valores también deben acompañar a las personas cuando atraviesan un problema relacionado con la salud mental.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid