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Publicado: 29 de Septiembre de 2019
“Tú eres tonto o qué” “A mí me
vas a engañar, yo sé que eres un mentiroso(a)” “te crees un listillo y al final
te meterás en un lío” “que te duele la tripa otra vez, vete a engañar a otro(a)”
“Cómo puedes ser tan vago” “no te enteras de nada” “me vas a matar con tus cosas,
siempre dándome disgustos” ”con lo que yo trabajo por ti, y tú nada”…
Estas frases intercaladas en una conversación cualquiera, no parece la mejor forma de fomentar el diálogo entre padres e hijos. Si el hijo que escucha estas frases es pequeño puede sentir miedo y evitará estar cerca de la persona que le habla así, entrando en contradicción con la necesidad primaria que tienen de proximidad con sus progenitores. Si el hijo que escucha estas frases ya no es tan pequeño puede sentir ira por la injusticia de cómo está siendo tratado y empezar un conflicto con la persona que le envía esa imagen de sí mismo. En ambos casos, los hijos, pueden pensar que no valen lo suficiente como para merecer el respeto de un ser querido. Y con esa sensación interna tienen que crecer, hacer frente a los retos diarios e incorporarse al mundo exterior donde les pediremos que se relacionen de una manera sana.
Cuidado con nuestras palabras. Cuando somos papás siempre hay unos ojitos que nos miran y nos escuchan incondicionalmente, sin filtros, admitiendo como cierto todo lo que decimos. Qué digamos y cómo lo digamos será muy importante para ellos. Parémonos a observar si lo que decimos es lo mismo que pensamos.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.